Catalunya - El pueblo lo grita y lo pelea en la calle: "¡El 1-O votaremos!"

Estos días el pueblo de Catalunya está librando una batalla épica contra el aparato represivo de todo un Estado, blandiendo el derecho a decidir su destino frente a todos los perros y lobos que aúllan venganza ante el desafío revolucionario de no ver aceptada su legalidad ni sus imposiciones. Decenas de miles salen a diario a las calles de toda Catalunya, vemos los primeros pasos de la entrada en escena de la clase obrera en los acontecimientos, y también los primeros elementos de organización popular con la creación de comités de lucha en algunos barrios. Millones observan confusos y expectantes en el resto del estado español. Los próximos días se anuncian decisivos.

Tras el operativo policial y judicial del miércoles por la mañana que, supuestamente, desmanteló el aparato organizativo del referéndum y que detuvo a sus máximos responsables, el gobierno y la prensa española estaban exultantes y se mostraban arrogantes: “¡Los hemos derrotado!” “¡Ya no se podrá votar el 1-O!”. Todo su mensaje era: “¡Rendíos, vuestra causa no tiene esperanza!”.

Pero en cuestión de unas horas miles de personas habían salido ya a las calles de Barcelona protestando indignadas. Fue la gota que colmó el vaso tras una semana de provocaciones, de inundación de policías en las ciudades y pueblos, de registros sin orden judicial y de confiscación de material de votación del 1-O.

En la tarde noche, la multitud ya alcanzaba a unas 40.000 personas reunidas en el centro de Barcelona. La gente mantuvo rodeada la Consellería de Economía durante 20 horas, adonde habían ingresado 18 miembros de la Guardia Civil que no pudieron salir hasta altas horas de la madrugada. La multitud destrozó 3 de los vehículos en los que habían venido. Durante toda la noche se gritaba Votarem! (¡Votaremos!), el grito de guerra del movimiento. Pero también se gritaba ¡No pasarán! y, significativamente, ¡Huelga general! Otras varias decenas de miles salieron a las calles de toda Catalunya.

Una característica de la última semana es que el movimiento en Catalunya ha forjado un intercambio constante de búsqueda de apoyo y solidaridad entre la izquierda independentista y la izquierda española que apoya el derecho de autodeterminación. Varios miles de personas salieron a las calles de todo el Estado en la tarde del miércoles, en concentraciones improvisadas en unas pocas horas, a iniciativa del activismo de izquierdas, en solidaridad.

También se ha generado así un reforzamiento de la unidad en la acción entre la CUP, Podem y otras organizaciones que se ha concretado en actos conjuntos. Durante el asedio a la sede de la CUP por parte de la policía, Podem ofreció su propia sede a los activistas de la CUP allí congregados como lugar de descanso, cargar sus móviles, utilizar los baños, etc. Todo esto ha permitido vencer los recelos que existían hace unas semanas entre independentistas y no independentistas partidarios del derecho a decidir que está fortaleciendo y ampliando el movimiento.

La iniciativa de Unidos Podemos de convocar este domingo una asamblea de parlamentarios y alcaldes de todo el Estado en Zaragoza a favor del derecho a decidir, vetando expresamente a PP y Ciudadanos, tiene aspectos positivos, pero se queda corta en los aspectos decisivos. Su objetivo es aprobar una declaración a favor de un referéndum pactado. Tiene de positivo que combate el nacionalismo españolista contra Catalunya y la política represiva del gobierno del PP, y apela a la población española para que entienda la necesidad de que el pueblo catalán debe decidir su destino. Esto sirve para elevar el nivel de conciencia de las capas más atrasadas de trabajadores y de la pequeña burguesía, impregnadas del nacionalismo anticatalán que propaga la derecha. También ha obligado al PNV, a desgana, a marcar distancias con el PP, lo que además de haber aplazado la aprobación de los Presupuestos del Estado, dibuja en el horizonte la posibilidad de una hipotética caída del gobierno en una eventual moción de censura, dependiendo de lo que ocurra en las próximas semanas o meses.  Pero al PP no le intimidan las declaraciones, sino los hechos y la fuerza de las calles. Para colmo, a instancias del PSOE aragonés, dominado aún por el ala neoliberal de Felipe González, se prohibió la celebración del acto en un local de la Diputación de Zaragoza, debiendo mudarse a instalaciones municipales. En este tema, el ala de Susana Díaz-Felipe González está completamente alineada con el gobierno y la burguesía, comprometiendo la posición de Pedro Sánchez que trata desesperadamente de distanciarse del PP, sin poder lograrlo por su cobardía en relación a la cuestión nacional catalana.

Sin embargo, la Asamblea promovida por Unidos Podemos no da un apoyo claro al referéndum del 1-O, ni a reconocer su resultado, ni acompaña la deriva autoritaria del régimen con una propuesta de movilización.

Pablo Iglesias ha avanzado en sus conclusiones en la última semana. De pedir un acuerdo con el PP en la cuestión de Catalunya plantea ahora la necesidad de un acuerdo al margen de la derecha, pero su alternativa la fía a la caída de Rajoy en una nueva moción de censura, indefinida en el tiempo, y a un acuerdo necesario con el PSOE, quien no quiere saber nada de la autodeterminación catalana. Por lo tanto, la vía parlamentaria e institucional sigue cerrada y llena de condicionantes por todos lados. Pero el pueblo catalán no puede esperar. Quiere votar el 1-O y está haciendo todo lo posible para llevarlo a la práctica. La iniciativa ha pasado a la calle y ninguna combinación parlamentaria podrá frenarla.

En la noche del miércoles, en medio de las protestas en Barcelona, Rajoy salió en televisión a dar un discurso, en el que ajeno a la realidad de las calles de Catalunya, dijo: "El referéndum es una quimera imposible. Renuncien a la desobediencia". Y advirtió a la Generalitat en tono de amenaza: “están a tiempo de evitar males mayores".

La gente respondió a la provocación de Rajoy saliendo de nuevo a las calles. Ayer jueves miles se concentraron frente al Tribunal Superior de Justicia de Catalunya para exigir la libertad de los detenidos, de los que aún quedan 6, todos ellos altos cargos de la Generalitat. Cientos han instalado tiendas de campaña para ocupar permanentemente el lugar hasta que sean liberados todos los detenidos. Los estudiantes pararon todas las universidades de Barcelona y muchas escuelas secundarias, y han declarado una huelga indefinida. Miles de estudiantes se concentraron en el Campus de la Universidad Autónoma de Barcelona y muchos otros se desplazaron a la concentración en el Arc de Triomf. Un nuevo intento de la Guardia Civil de entrar en la sede la CUP, sin orden judicial, fue frustrado por la presencia de cientos de personas durante 8 horas, obligando a los efectivos a marcharse con las manos vacías. Por la noche hubo caceloradas en todos los barrios de Barcelona y en otras ciudades y pueblos.

Miles de personas se están organizando haciendo pegadas colectivas de carteles a favor del referéndum, pese a la prohibición gubernamental y judicial. En Reus (Tarragona), la convocatoria a una pegada de carteles masiva hablaba de "avanzar hacia la huelga general". En el barrio barcelonés de Poble Sec se ha constituido un Comité en Defensa del Barrio, que celebró ayer por la tarde su primera asamblea. Un compañero, participante en el acto, nos sintetiza lo acordado:

“Entre otras cosas, se discute organizar caceroladas y piquetes cada vez que la policía intervenga en el barrio, formar grupos para ir a poner carteles y evitar arrestos, hacer un mapa de los colegios electorales y organizar una red de apoyo a los voluntarios, crear una caja de resistencia, y un grupo de whatsapp para coordinar la lucha contra la represión... una mujer resume el ambiente: El 1-O comienza hoy”.

Si esta experiencia se generalizara y coordinara en la mayoría de los barrios de Barcelona y de las demás ciudades y pueblos de Catalunya, el referéndum tendría garantizada una verdadera organización, por encontrarse inoperativa en gran medida la organización oficial, y aseguraría una enorme participación popular. La asunción por las masas de tareas formalmente asignadas al aparato del Estado es la medida más fidedigna de la profundidad revolucionaria de un movimiento de protesta popular.

La CUP, Podem y los movimientos sociales deberían ayudar en desarrollar y ampliar esta tarea fundamental.

Un elemento significativo en la jornada de ayer fue la entrada en escena de algunos sectores de la clase obrera. Los estibadores de los puertos de Barcelona y Tarragona decidieron en asamblea negarse a atender los 3 cruceros de lujo que ha alquilado el Ministerio del Interior para alojar a cerca de 6.000 policías y guardias civiles que ha enviado el gobierno para reprimir la protesta popular. Esto se ha producido tras la negativa de los hosteleros de numerosas ciudades y pueblos a alojar a las fuerzas policiales, que la población identifica correctamente como fuerzas de ocupación.

También, una delegación de los bomberos participó ayer en la concentración del Arc de Triomf

La central sindical CGT, la cuarta con mayor número de delegados en Catalunya, junto a otros sindicatos menores, ha convocado una huelga general en Catalunya para el 3 de octubre. Aunque CCOO y UGT, las centrales mayoritarias, se han negado hasta ahora a sumarse a ninguna medida de lucha, pese a rechazar la represión del gobierno, van a estar sintiendo en estos días la presión social y la indignación de miles de trabajadores en las fábricas, empresas y oficinas.

La corriente general está arrastrando al movimiento a sectores cada vez más amplios de las masas, desde trabajadores y amas de casa, hasta empleados de oficina, profesionales, funcionarios, estudiantes y pequeños comerciantes.

El gremio de impresores ha emitido un comunicado contra la entrada de las fuerzas policiales en las empresas para confiscar el material del referéndum. Más de 5.000 periodistas catalanes han suscrito un manifiesto en defensa de la libertad de expresión y convocaron ayer un primer acto de protesta en la calle. Hasta el FC Barcelona emitió un comunicado en apoyo a la Generalitat.

El gobierno catalán, que manifestó algunas vacilaciones a lo largo del miércoles, ha vuelto a emplear un tono firme conforme arrecia la presión popular por debajo. 
 
Todos los elementos de un proceso revolucionario en curso están presentes en la situación, que también tendrían un impacto en el resto del Estado español, sobre todo si la poderosa clase obrera catalana irrumpe de manera decisiva en los acontecimientos. La determinación de las masas en Catalunya es ir a votar el 1-O por encima de cualquier consideración. Cada declaración insultante, cada amenaza arrogante sólo añade gasolina al fuego de la indignación social. No es casualidad que el tono del gobierno y de la prensa burguesa, como La Vanguardia o El País, sea en las últimas horas más circunspecto, llamando a la negociación, implorando a Puigdemont que desconvoque el 1-O (¡un dirigente político que, según la acusación del fiscal del Estado, debería estar detenido “por sedición”!), prometiendo más autogobierno y financiación para Catalunya. Pero Puigdemont está montado sobre un tigre del que le será difícil bajar. No contaban con la entrada de las masas en la escena de los acontecimientos y que éstas se organizaran por su cuenta. ¡El 1-O o nada! es el grito de guerra, y no será por menos que eso que sectores cada vez más amplios de la población en Catalunya abandonen las calles.

Las esperanzas de un cambio radical en las vidas de la gente común a partir del 2-O son poderosísimas. La idea de una república catalana, que rompa con el neofranquismo desembozado instalado en La Moncloa y en todos los resortes del Estado, está cautivando más, cada día que pasa, la imaginación popular. Un ejemplo valiente desde Catalunya, como tantas veces en la historia española, mandará ondas de choque por toda la península y podría estimular un proceso similar en el resto del Estado. Pero para levantar a la mayoría de la clase trabajadora catalana para esta perspectiva se necesita un poderoso programa social que no sólo tenga como bandera el rechazo al régimen del 78, a su podrido aparato de estado franquista y a su monarquía, sino una propuesta lo más acabada posible de transformación social: empleo digno, salarios decentes, viviendas para todos, servicios sociales, etc. que, en las condiciones de crisis capitalista, es incompatible con el dominio de los grandes empresarios y banqueros.

Toda revolución –y el desafío y desobediencia a las leyes establecidas e injustas, protagonizado por un movimiento de las masas populares, es un acto revolucionario– siempre comienza por reivindicaciones democráticas; pero, tarde o temprano, va llenándose de demandas sociales que abren a la clase trabajadora y demás sectores oprimidos la perspectiva de una nueva vida. La tarea de los socialistas revolucionarios en Catalunya es proveer el programa y el método para vincular la lucha por la república democrática con el socialismo. Si la madurez de las condiciones objetivas empujaran primero al establecimiento de una república socialista en Catalunya, ese sería el prólogo para una revolución socialista en toda la península ibérica. Eso podría preparar la formación de una federación socialista de las nacionalidades y pueblos ibéricos en el camino a una federación socialista europea, y más allá.